El rumor del mar balanceaba
las flotantes naves en particular armonía.
De sus mástiles y cables, con un baile carnal,
emanaban melodías precisas; seductoras.
Extensas.
Un viento suave despertó el susurro de las palmeras;
Y un insólito silencio repentino fue roto por el graznido de una gaviota libre
dando entrada a la orquesta sublime de un canto hipnótico; Ancestral.
Marcando el compás de un mensaje transcrito en el aire.
Un mapa llave a misteriosas calles
que se antojaban dibujadas hasta alcanzar,
bajo la encrucijada estelar
de un exquisito cielo pintado vivo ...
... La entrada a un lugar oculto,
preservado, seguro,
tras delicados filtros de percepción
dudosamente terrestres.
Sitges, Barcelona.
Mediado el primer decenio del s.XXI.
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